Recuerdo que cuando era muy pequeña e iba al kínder, era muy delgadita. Mi mamá y mi papá me cargaban con facilidad y me decían plumita. Poco a poco noté que mi cuerpo comenzaba a hacerse grande; cuando jugaba con mis amigos siempre me cansaba primero y me iba a sentar hasta que sentía que mi corazoncito se calmaba. Mi cuerpo tomó la forma que tenían los cuerpos de mi mamá y mi papá, ellos se veían preocupados.

Comencé a notar que en mi lunch me ponían verduras que sabían feo, de la nada se acabaron las leches con chocolate, mis sándwiches, mis jugos y mis dulces. En la comida me daban puras verduras o panes que sabían feo, no entendía nada porque mis padres seguían comiendo lo que siempre comíamos, ¿por qué yo era la única que comía cosas feas?

Al pasar el tiempo volví a parecer la misma que cuando tenía 5 años, volvía a ser la plumita, aunque muchos me decían que parecía enferma y sí, a veces me llegaban mareos y luego se me quitaban, sin embargo, nunca les presté atención. Un día mientras corría en clase de educación física en la secundaria me caí y todo se volvió negro. Tenía anemia.

Nunca se debe poner a dieta a un niño, incluso ya siendo adulto, las dietas son peligrosas si no se saben manejar con cuidado. Si te preocupa el peso de tu hijo, debes llevarlo con un profesional y lo más importante, cambiar tus hábitos alimenticios junto con él. Los niños imitan todo lo que los adultos hacen, incluyendo el cuidado en la salud. Nunca pongas a tus hijos a dieta, mejor, cambia sus hábitos alimenticios.

Fuentes:

https://www.guiainfantil.com/alimentacion/ninos/por-que-nunca-debemos-poner-a-dieta-a-un-nino/

@layolandayque