¡Mis amores!
Enojos, críticas, un enorme esfuerzo puesto en diferenciarse de sus mamás, hacen que a veces la convivencia sea complicada. ¿Qué hacer para acompañarlas en su crecimiento, sin pasarla mal?
Como madres, un día casi sin darnos cuenta nos preguntamos ¿adonde se fue la dulce etapa en la que nuestra hija nos miraba con admiración e intentaba imitarnos?, y ¿adónde quedaron esos momentos de gran compañerismo en salidas o actividades? Sus actitudes y preferencias dieron un giro, y dejan a muchas madres preguntándose ¿quién cambió a mi hija?, con confusión y angustia, en muchos casos. Con la pubertad, el humor de las adolescentes se ve afectado por las características propias de esta etapa, y sus cambios físicos y hormonales, se caracterizan por baja tolerancia a la frustración.
Todas esas características que aparecen de repente, descolocan a las madres en más de una ocasión, dejándolas a veces sin posibilidad de reacción. Y no es fácil aceptar que ya su admiración absoluta y su necesidad de cercanía, no están sólo dirigidas a la mamá.
Quiero ser grande, y parecerlo
Entonces, es el momento en el que las chicas necesitan ser diferentes. Y dejar atrás los aspectos tiernos e infantiles que están conectados con el mundo anterior, para poder ser aceptados por el grupo de pares. Y atención: si este corte no se produce, se frena el crecimiento. Por otro lado, la madre no está ajena a pasar pos sus propios cambios de etapa. Es posible que como mamás estemos revisando si cumplió o no sus propios ‘debería’ (debería estudiar una carrera; debería casarme; debería ser madre…), para darle lugar a proyectar los “ahora quisiera” (ahora quisiera hacer lo que relegué por criar a los chicos, ahora quisiera trabajar sólo en lo que me gusta, ahora quisiera recuperar tiempo personal; ahora quisiera compartir más tiempo con mi pareja; etcétera).
Límites que contienen
Esta etapa de “separación” de las hijas de sus madres, pueden llegar a ser irrespetuosos y crueles. Y es ahí donde hay que marcar el límite. Las chicas no tienen por qué diferenciarse con violencia o falta de respeto. La madre ha dejado de ser la ídola, más bien se convierte en la depositaria de aspectos negativos, pero hay que poner límites al intento de maltrato.
Las madres que lo toleran están avalando con su actitud, la desvalorización que tienen de ella. Y se recomienda no angustiarse, ni mirarse en el espejo de los hijos adolescentes, porque darán una imagen deformada. Hay que saber que es parte de su crecimiento, que el corte es necesario. Pero tener en claro que el adolescente puede pensar lo que quiera, pero no puede decir cualquier cosa.
Hay que dejar claro que la madre no es una chica, que debe mantener la actitud de respeto. Lo que jamás debe perderse de vista es que la madre siempre será la madre y, para cumplir saludablemente su rol, siempre debe ser la que acompaña, cuida y orienta.
Lo importante es mantener la asimetría; es decir, los lugares bien diferenciados. No hay que confundir una buena relación, donde se dialoga, con amistad entre madre e hija.
Sugerencias para responder a los embates
* No tomar las malas contestaciones de forma personal, para evitar las ofensas.
* Tratar de mantener una interpretación racional de la situación, esto significa que las malas contestaciones no son producto de la falta de afecto, sino por el rol que cumplen los padres, figuras de autoridad, y los adolescentes se rebelan contra dicho rol.
* Evitar las conductas emotivas, es decir NO entrar en el juego de la adolescente, porque “se arma una lucha campal».
* Esperar a que desaparezca el ataque de ira para poder charlar.
* Mantener la comunicación para poder conocer, las necesidades y preocupaciones de la adolescente.
* Tratar de realizar acuerdos y negociaciones, para acompañar en el crecimiento a la hija.
* Mantener los límites, ya que ayudan a la adolescente en su organización interna.
* Preservar el vínculo y la relación con la hija adolescente, teniendo en cuenta que se trata de una etapa, en la que los padres ayudan en el crecimiento y en la madurez emocional.