Ser madre es un privilegio, es como tener el corazón fuera del cuerpo. Adoramos a nuestro bebé por encima de todas las cosas, sin embargo, en ocasiones, seguro que no puedes evitar sentirte sola. Porque la crianza durante los primeros años nos ocupa las 24 horas del día y no siempre es fácil, de ahí las dudas, la soledad.
Si esta sensación te es conocida debes saber que no eres la única. Tampoco debemos pensar que estos pensamientos o este malestar puntual, es un síntoma directo de una depresión.
En realidad, es un proceso psicológico completamente normal y asociado a esa mutua dependencia que establecemos durante los primeros meses con los bebés.
Cada mujer lleva su crianza de un modo. Las hay que, efectivamente, viven la maternidad en soledad porque así lo han elegido. Otras, deben hacer frente a largas horas a solas mientras sus parejas van al trabajo. El tener a la familia lejos y a las amistades con sus propias responsabilidades, hace que en muchas ocasiones, la mamá se sienta sola y aislada en su isla particular.
En nuestra sociedad es muy común ver la maternidad como la época más plena y satisfactoria de una mujer, y sin duda, para la mayoría de las mujeres lo es. No obstante, afinemos un poco más el dato: es satisfactorio pero no siempre es fácil, y esa felicidad no está al mismo nivel todos los días del año o durante las 24 horas.
- La maternidad nos obliga, en primer lugar, a cambiar de roles. Hace que una mujer deje de ser su propia prioridad para desplazar toda su energía y mundo emocional hacia el recién nacido.
- En ocasiones, toda esa inversión afectiva y psíquica trae como consecuencia la aparición de las dudas y los miedos. “¿Lo estaré haciendo bien? ¿Estará a gusto, le dolerá algo?”
- Esa dependencia se establece muchas veces durante todo el día de forma interrumpida y a lo largo de varios meses – incluso años–.
- Sus aspiraciones laborales quedan aparcadas, el modo de relacionarse con sus amistades ya no es el mismo, e incluso en ocasiones, hasta cambia un poco esa intimidad más libre que teníamos con nuestras parejas. Somos padres y madres y ahora, las prioridades son otras.
- La mamá asfixiada no es una mamá depresiva ni desesperada. Son situaciones normales que suelen vivirse, en especial con el primer hijo.
Por ello, y para gestionar mejor esta sensación y evitar ante todo que curse con una auténtica situación de estrés o ansiedad, es necesario hacer pequeños cambios y afrontar la situación.
Hay un aspecto que debemos tener claro: ser madre no significa alzar muros a nuestro alrededor para seguir alimentando ese cordón umbilical invisible con nuestros niños, en soledad.
Hemos de entender que si nosotras no estamos bien, proyectaremos ese mismo malestar al bebé. Para que la crianza sea de calidad, feliz y satisfactoria se han de repartir responsabilidades, porque también el padre cumple una posición fundamental.
Como puedes ver, se trata solo de entender que para disfrutar de nuestra maternidad, necesitamos también del contacto de nuestras amistades, del apoyo de nuestras parejas y de ese entorno facilitador del qué aprender cada día en compañía de nuestros hijos.
Es una aventura que merece la pena, y aunque sentirse sola en ocasiones es algo normal, existen muchas opciones con las que defenderse de esta sensación.
¡Nos leemos la próxima mis amores!