¡Mis amores!

He estado pensando en lo complicado que debe ser ver morir a tú bebé, pero aún más cuando es en tiempos de una pandemia como la que hoy vivimos por el COVID-19.

Saber que no puedes abrazarlo o despedirte como desearías resulta inimaginable y es que partamos de que nadie espera que su bebé muera a temprana edad, aunque es algo que han vivido varias madres durante el confinamiento.

El otro día estaba leyendo un relato de una mamá que no salía del hospital justo para no contaminar el espacio, en algunas ocasiones tenia que estar más de 12 hrs seguidas observando a su hijo desde un cristal y cubierta de pies a cabeza. Resultaba más triste que desde que nació no había podido cargarlo o siquiera acariciarlo. Y en verdad me confrontó con lo que estamos viviendo a diario.

No les niego que he renegado algunas veces de esta situación, otras desearía mandar a mis hijos a la escuela porque siento ahogarme, pero desde que leí la historia de esa mami, pareciera que todo tenía que cambiar. No puedo imaginar la impotencia que debió sentir al ver a su pequeño desvanecerse sin poderle tomar su manita en sus últimos momentos.

¿Pensar en un Sacerdote? Yo creo que quisiéramos que el mismo Dios bajara a auxiliarnos, pero no es así. Este artículo lo escribo con una mano en el corazón, intentando solidarizarme con los y las que han perdido a sus hijos durante la pandemia, y más aún cuando eran recién nacidos.

Repito, no puedo imaginar por lo que están atravesando, pero quiero decirles que aún hay esperanza y que esto ha sucedido con un propósito que quizá no podemos entender en estos momentos, pero que dejará un aprendizaje mayor en su vida.

Mis amores, las acompaño en la distancia, en medio de tiempos de incertidumbre e incluso desanimo, pero no decaigan, habemos muchas mamis mandando las mejores energías hasta sus hogares y diciéndoles: ¡NO ESTÁN SOLAS!