“Lo único seguro que tenemos es la muerte”, escuché decir una vez a mi madre. Pero, a pesar de que lo sabemos y de que estamos conscientes de que todos vamos para allá, no hace que sea menos doloroso o más aceptable, y menos cuando la persona que deja este mundo terrenal es nuestro hijo.
Hablar de la muerte nunca es fácil, mis amores, pero es necesario. Por ley de vida, lo ideal es que los hijos entierren a sus padres, pero no siempre es así. Lamentablemente, hay ocasiones en las que es al revés y, no sé si duela más, pero es un sufrimiento que no desaparece. Muchas veces aprendemos a vivir con ello, pero ¿algún día se supera?
Hay personas que sufren un shock emocional y desata en ellos rencor hacia la vida, rabia, desesperación, tristeza, depresión y, en el peor de los casos, esas emociones los llevan a comer locuras, porque el dolor es tan intenso que consideran, como única solución, partir para siempre.
Es importante que los padres siempre estén acompañados por personas cercanas, aunque ello no quiere decir que se les agobie, porque no es algo tan fácil de procesar, pero recodemos que la soledad y el aislamiento son la peor combinación cuando algo tan trágico ocurre.
Otra opción es acudir con alguna tanatóloga o tanatólogo que nos acompañe en el proceso de aceptación y sanación, de manera individual o en pareja, pero siempre con el objetivo de hacer la vida más llevadera a pesar de que siempre habrá una silla vacía y un hueco en el alma.
Si somos realistas, nunca se supera la muerte de una persona tan amada, sólo se aprende a vivir con ello y, aunque parezca imposible, los padres pueden seguir su vida, sólo hay que dejar que el tiempo y la voluntad de uno hagan su función. No quiero decir que será fácil, pero hay que intentarlo.
La realidad, es que nadie tiene la vida comprada. Es mejor agradecer a la vida y disfrutar cada minuto con las personas que amamos. Decía Isabel Allende: “la muerte no existe, la gente solo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo”. Y yo decido creer en ello.
Fuente:
Mujeres y Familia 