¿A quién le gusta perder? La verdad es que es muy raro que alguien goce del fracaso. A la mayoría de las personas les gusta ganar. Pues, nacemos con un sentimiento competitivo y es natural querer ser los primeros, los mejores, los que ganen más dinero, los más inteligentes, los que más viajamos, los que más licenciaturas o maestrías tengamos, el mejor predicador o evangelista, la mejor persona, ¿O no?
Ahora súmale a ese sentimiento nato, que eres un pequeñín de 4 años, consentido, hijo único y a quien le compran cualquier juguete. ¿Acaso no te enojarías por perder en el juego?

Sin embargo, es bien cierto que en las generaciones de antes perder para un niño significaba volver a intentar, pero ahora los niños se frustran a la primera y desisten de seguir aprendiendo.
¿Qué les estamos enseñando mal? Bueno, no es que les enseñemos mal. Lo que sucede es que a los seres humanos nos cuesta mucho entender que las derrotas son situaciones que se presentan en la vida para enseñarnos a mejorar.
El reto es ser conscientes de esa lección, para que desde la infancia se pueda hacer una gran diferencia en la persistencia de los objetivos.
Debes ser muy cuidadosa. Porque muchas veces no sabemos diferenciar las actitudes manipuladoras de nuestros hijos. Porque déjame decirte, si crees que no lo son, son los más manipuladores del mundo. Una cosa es que tu hijo sea caprichoso, berrinchudo y siempre quiera ganar para demostrar que se sale con la suya. Y otra muy distinta, que parte de su personalidad sea ser muy competitivo.
¿Tú crees que los jóvenes que se sienten seguros de sí mismos, que reconocen sus capacidades o aptitudes, que se sienten conectados con la gente y que tienen un carácter firmemente arraigado no están preparados y dispuestos a enfrentar al mundo sin temor alguno? ¡Por supuesto! ¡Ellos están más que preparados! Si los jóvenes desde muy pequeños adquieren experiencias un tanto complicadas, poco a poco se les hará, dirían por ahí: “callo” y prosperarán con la dureza de la vida.
Así que ayúdalos a saber perder. Muéstrale que el acto de contribuir y ayudar a los demás fomenta directamente la resiliencia, porque ayuda a tener un sentido de propósito, algo positivo porque luchar y una finalidad para lograr.
Comparte momentos de solidaridad, proponle asistir a un voluntariado, guíalo a que participe en actividades comunitarias y verás cómo le ayudarás a ver la vida “dura” y comprenderá que para superarla hay que saber perder y ganar.
Fuentes:https://eresmama.com/ensenando-hijo-perder-brindas-oportunidades-crecer/